Sobre mí

Proyecto Semilla. Ute Wehner.

Llegamos a España (Madrid) a raíz del difícil divorcio de mis padres en 1993.
Mi madre, mis hermanos y yo, de origen alemán, dejamos atrás nuestras raíces para descubrir aquí una nueva cultura, con un idioma, costumbres y paisajes diferentes que iban a enriquecer y ampliar nuestra mirada acerca de la vida y de nosotros mismos.

Desde muy pequeña me sentía atraída por los misterios y secretos de la vida, la belleza de la naturaleza y una siempre presente búsqueda y fascinación por el sentido y propósito de todo lo que sucedía y de lo que formaba parte..
Pero por mucho que intentaba escuchar y seguir mi corazón, con esa curiosidad innata y cierta «rebeldía» de la «oveja negra», no tenía herramientas suficientes para gestionar mis emociones o digerir las experiencias vividas, así que fue mi cuerpo el que se convertía en el medio para expresar todos esos conflictos no resueltos, en síntomas físicos, hasta que enfermé repentinamente de Diabetes mellitus, a los 17 años.

A punto de elegir carrera, con todas las ganas puestas en estudiar algo que me apasionara, mis planes se veían truncados y mi mundo y el de mi familia puesto del revés.
Fue uno de esos momentos claves en la vida que te sacuden, te descolocan y te hacen caer, para poder levantarte después de muchos altos y bajos, luchas y derrotas, siendo otra, con una perspectiva diferente y desde luego la convicción absoluta de que todo en la vida tiene sentido y que cualquier situación puede ser una oportunidad para conocerte, crecer y descubrir la inmensa riqueza y sabiduría que reside en el corazón.

 

Me formé y trabajé como Diseñadora gráfica y Arquitecta de Interior en varios estudios, dando clases en escuelas y universidades o colaborando en proyectos de investigación histórica y 3D. Intentaba conservar mi libertad profesional a toda costa para poder participar en diferentes propuestas y seguir mi corazón allá donde me llevara. Era retador descubrir y aprender creando lenguajes nuevos y emprender con equipos diversos e interesantes. Pero también suponía una tensión casi constante de estrés, inseguridad y auto-exigencia. El desgaste físico y emocional era considerable y me desviaba de lo que era importante a nivel personal: resolver mis miedos e inseguridades, aceptar mi historia, perdonar(me) y  valorarme, asumir mi enfermedad para poder cuidar y atenderme. 

No solía compartir las filosofías de las empresas con las que colaboraba: el abuso de poder, la explotación, la rivalidad entre compañeros, la manipulación o el sinsentido de un trabajo que sólo perseguía el enriquecimiento material.

¿Qué sentido podía tener eso para mí, si buscaba vivir y expresar mis valores que eran diametralmente opuestos? ¿Por qué parecía que o bien tenía que tener un trabajo vacío que no me acercaba a quien quería ser o apasionante y emocionante que suponía un sacrificio enorme a todos los niveles? 

No encontraba el equilibrio – no era lo que yo buscaba.
Así que iba renunciando un trabajo tras otro, sintiéndome frustrada, fuera de lugar y cada vez con menos capacidad de autovaloración o reconocimiento propio. Era inevitable que la enfermedad se instalara.

En el año 2008, en plena crisis inmobiliaria, decidí dejar la última empresa y lanzarme definitivamente a la aventura. Mi curiosidad y «causalidades» de la vida, me habían llevado a conocer un programa de dibujo y modelaje 3D, que años más tarde se convertiría en el programa estrella que todo el mundo necesitaba aprender y aunque los inicios no fueron fáciles, mi convicción e insistencia traían sus frutos. Después de algo menos de un año, formaba a alumnos y arquitectos en universidades y estudios, mientras seguía con el diseño gráfico, colaborando con ONGs, inventando, creando, viajando, soñando…
Fueron años de mucha depuración y limpieza para encontrar mi propio camino, mi propia voz, con relaciones personales y profesionales más certeras y auténticas y esas sinergias y «encuentros mágicos» que suceden como consecuencia lógica, cuando te acercas al lugar que te corresponde y te pertenece – a ti.

Cuanto más me conocía y encontraba a través de la terapia psicoanalítica que había comenzado años atrás, la práctica de la Meditación, Canalización de Energía, Registros Akáshikos, Escuela del Perdón, Un curso de Milagros y otras técnicas alternativas relacionadas con el cuerpo, más fluida, rica y creativa se volvía mi vida y, por ende, yo con ella.

Resonaba, expresándome y creciendo bajo diferentes pretextos de mi vida. No había diferencia entre lo personal o lo profesional. Todo era un «emprender con alma», expresando mi Ser y viviendo alineada con mis valores y propósito en todo momento. Mi vida cobraba un profundo sentido de conexión, autorrealización y felicidad.

Proyecto Semilla. Ute Wehner

Al conocer a mi marido -mi compañero de aventuras y AMOR en mayúsculas- seguimos sumando sueños. Decidimos dejar Madrid en el 2016, nuestra casa y trabajos, para ir en busca de una de nuestras mayores ilusiones: reconstruir una casa en los montes asturianos para crear ahí nuestro hogar y un negocio rural de encuentro y descanso. Iba a ser un espacio único y especial y rebosábamos de entusiasmo, ideas y proyectos a emprender ahí.
Sin embargo, la historia no se iba a escribir así…

Ahora sabemos con total seguridad que no tuvimos que ir para abrir una casa rural y vivir el resto de nuestra vida retirados en la naturaleza, sino para ampliar nuestra mirada, conocer realidades diferentes, nuestros límites y necesidades y  comprender, consolidar y superarnos, creando un lugar hecho con ilusión, dedicación y amor y seguir tejiendo esa red de «causalidades» para regresar a Madrid después de 3 años e reinventarnos.


Me di cuenta a los pocos meses que algo no iba bien, no conseguía adaptarme ni a la climatología, ni al entorno. Vivía en un paraíso natural, con el hombre que amaba, materializando nuestro sueño y, sin embargo, cada vez se instalaba más una sensación de malestar, irascibilidad y queja. No estaba bien. Me faltaban mi red de amigos y contactos,  la libertad de movimiento,  actividades afines, conversaciones enriquecedoras y, sobre todo, sentirme útil y realizada.
Nos dimos cuenta que igual que las plantas no florecen esplendorosas en una tierra inadecuada para ellas, nosotros no íbamos a poder expandirnos y ser completamente felices en un lugar que no nos aportaba lo que necesitábamos cada uno a nivel personal.
Fue un duro despertar, difícil de encajar, pero cuando superamos las semanas de bloqueo, rabia y desubicación, decidimos cambiar de rumbo, ser flexibles y convertir la crisis en oportunidad.
Terminamos la casa, mientras me formaba en Coaching e Inteligencia Emocional para regresar a Madrid y dedicarme a lo que llevaba haciendo tanto tiempo: animar a la gente a creer en sí misma, a reconocerse y amarse para abrir la puerta a la posibilidad de hacer realidad sus sueños y mostrar toda su belleza, … porque así se transforma el mundo.

Perseguir nuestro sueño y vivir esta experiencia fue algo extraordinario que nos transformó y nos hizo crecer, así que el sentimiento de satisfacción y gratitud no podría ser más grande.
Creo que es mágico darnos cuenta de cuántos regalos nos tiene preparada la vida y cómo nos va guiando, sutil y amablemente para que nos podamos reconocer y experimentar en el espejo que nos ofrece el mundo. Si somos capaces de escuchar nuestro corazón que se expresa a través de los sentimientos, podremos mantenernos flexibles y fluir con ella y recorrer el camino que nos revela nuestra verdad.

Mi deseo más grande es fomentar una consciencia mayor de nosotros mismos, de nuestras emociones, características y potencial, para poder reconocer nuestra grandeza interior y excepcionalidad y expresarlas sin miedos, ni tapujos.
Que podamos materializar nuestros sueños e ideales, co-creando la realidad que deseamos vivir desde nuestro propósito y una entrega de corazón. 
Esto es hacer crecer las semillas y observar con asombro, con cuánto esplendor florecen, cuando nos reconocemos y reconectamos desde el amor, el respeto y la curiosidad con nosotros mismos, con otros y con la vida.

Estoy convencida de que la vida está para experimentarla, soñarla y compartirla como una hermosa experiencia, llena de magia y significado cuando sabemos mirarla desde la conexión con el todo y la coherencia con nosotros mismos.

Disfrutemos de este viaje, y seamos conscientes del poder que reside en cada uno de nosotros y en cada paso que damos, convirtiendo los «imposibles» en «posibles» y haciendo, con nuestra simple presencia, este mundo un lugar mejor. 

Feliz viaje.

Namasté 

 

Ute Wehner
Coach y Terapeuta, especialista en Inteligencia Emocional
Facilitadora de Registros Akashicos, Kinesiología y Procesos Creativos